sábado, 29 de noviembre de 2014

El cajón de los calcetines.

Abro el cajón de los calcetines. Aún me sigue rondando por la cabeza la pregunta de porqué te fuiste. De porqué tengo un cajón solo para calcetines, si no tengo nada más que un par y otros tantos con su pareja desaparecida, ya tenemos algo en común.. Ya no puedo decir que no encajo en ninguna parte. Quizás, ahora que te has ido, ahora que me has dejado como a un calcetín olvidado en el fondo del cajón, ahora tendré que calzarme con otros viendo que no me corresponden realmente. Tendré que hacerme un nudo en el corazón y asimilar el hecho de que no volverás, pero joder, soy tan torpe que no sé ni hacer un nudo. Quizás por eso te fuiste. Por mi gran torpeza te perdí, te perdí sin siquiera lograr que llegaras a ser mío, llegando a ser yo toda tuya. 
Pero qué le hago si cada vez que amo lo hago con toda mi alma, qué le hago si yo sería capaz hasta de sacarme las entrañas y aún seguiría llena porque con tu amor me sentía viva, plena. Quizás por eso ahora tengo la tonta necesidad de guardar los calcetines aparte, quizás porque cada vez que abro ese cajón y lo veo tan vacío me puedo reflejar en él, vacía, desgastada, y solo sé que al perderte me perdí yo, rota.
Cierro el cajón de los calcetines y me sorprendo de la de ideas que pueden surgir al hacer algo tan simple, la de heridas que se pueden abrir al abrir un cajón. 

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