jueves, 9 de junio de 2016

Nada que perder

Me puse mi vestido favorito, negro (como no), con escote, y espalda descubierta, me puse los tacones más altos que encontré porque esa noche quería tocar el jodido cielo. Me abrigue con mi collar de la suerte, un corazón de cristal encerrado en una jaula metálica. Mi maquillaje era sencillo, porque, de cualquier manera, toda la atención siempre iba hacia mi larga melena roja. Me eché un último vistazo en el espejo. No reconocía nada en mí de esa chica tímida del pasado:
-Perfecto...-me contestó coqueta la chica misterio del reflejo.

La música sonaba más alta que nunca, había bebido más que en todas las noches de mi vida juntas, no dejaba de saltar y reír, de menear mis caderas agitando lejos el pasado. Todos los pensamientos negativos habían desaparecido, ni siquiera temía que me estallaran los oídos por el volumen de mi canción favorita, porque por una vez me sentía viva, me sentía viva y no me dolía. Sabía que muchos me miraban, unos con deseo y otros con desprecio por mi descaro. Mi total descaro siendo feliz, moviéndome como quería. Las copas se agotaban cada vez más deprisa mientras todo delante de mí comenzaba a ir más despacio. Me acuerdo de alguien que se acercó a besarme y no me importó. Me acuerdo de que me llamaron puta, no me importó. Mi alcohol en sangre iba aumentando mientras las voces de los demás se convertían en nada.

Esa noche no buscaba el amor, no buscaba reconocimiento ni aceptación. Esa noche buscaba olvidarme de quién era y de todo lo que había hecho. Buscaba olvidarme de él, aunque fuera por un jodido segundo. Creían que esa noche estaba haciendo lo indebido, cosas "malas". No tenían ni idea de hacia dónde había ido mi maldad. No tenían ni idea de lo que trataba de olvidar.
Volvían a poner mi canción y volvía a salir a bailar, volvía aquel chico creyendo que podría conquistarme, pero no sabía que no era yo la que estaba ahí, que estaba bailando con un cuerpo vacío de alma, vacío de interés y de amor. O quizás lo sabía, quizás fue lo que más le gustó de mí, un vacío en el que estaba dispuesto a perderse.

Esa fue la mejor noche de mi vida, noche de la cual no recuerdo más de la mitad, una de las pocas noches de las cuales no tengo nada de lo que arrepentirme. Nada que perder.


Podéis encontrarme en Wattpad como @korneliahope. ♥️

jueves, 1 de enero de 2015

Un chico llamado Gabriel.


Un día se cruzó por mi camino Gabriel. Él era un chico muy jovial, muy alegre, hacía cualquier tontería con tal de poderle sacar una sonrisa a alguien. El típico chico que ves y piensas que seguro que tiene muchos amigos, que en su casa son super enrollados y amables, pero la verdad, es que la vida de Gabriel se estaba desmoronando. Solo pude verle sujetando ese café descafeinado con las dos manos, acurrucado en el sillón temblando, como si fuera a escucharle alguien indebido y le pegara por hablar. Gabriel me contó cosas terribles casi sin aliento, cosas por las que nadie debería de haber pasado. Aquella casa a la que tenía que llamar hogar, aquel lugar en el que nunca se había sentido parte, aceptado, y muy pocas veces querido por parte del bueno de su padre, de tan grato corazón que nunca logró ver la maldad de su mujer, reflejando todos los defectos de ella en su hijo, ese hogar, que debía ser un refugio, un lugar en el que sentirse seguro, para él fue todo lo contrario. Pobre Gabriel, que conocía a esa mujer desde tan pequeño, y nunca sintió nada más que miedo, cuando se acercaba, cuando le gritaba, cuando le echaba de casa y le dejaba fuera mientras se preparaba para ir al trabajo, aunque lloviera, el niño se quedaba descalzo, llorando, a oscuras, mientras acariciaba a su perra mestiza Reina, esperando simplemente el momento de poder entrar en casa y en calor. Gabriel, intentó inhumanamente llevarse bien con ella, puso todo su empeño aún queriendo ser un adolescente problemático, se rebelaba cuando no podía más, y solo lo hacía en la oscuridad de su habitación, lloraba hasta dormirse, cuando no le calmaba llorar empezó a mutilarse, en lugares escondidos, escondidos como él, en la oscuridad de su habitación, solo, siempre solo. En su casa le enseñaron a querer a la inversa, él sabiendo lo que era vivir en el desprecio, aprendió a querer, en vez de vengarse, él nunca le deseó el mal a nadie excepto a él mismo. Él no quería que nadie llegara a sentir lo que él sintió y siente aún, a veces, escondido en su habitación. Cuando tiene un día malo, cuando siente que ya no cuenta no con el apoyo de su padre, ahí es cuando se siente realmente solo, y ni toda la gente que él animó le podía ayudar, porque sentía que a cada sollozo se le escapaba un cachito de esperanza, una razón para seguir luchando... 

sábado, 29 de noviembre de 2014

El cajón de los calcetines.

Abro el cajón de los calcetines. Aún me sigue rondando por la cabeza la pregunta de porqué te fuiste. De porqué tengo un cajón solo para calcetines, si no tengo nada más que un par y otros tantos con su pareja desaparecida, ya tenemos algo en común.. Ya no puedo decir que no encajo en ninguna parte. Quizás, ahora que te has ido, ahora que me has dejado como a un calcetín olvidado en el fondo del cajón, ahora tendré que calzarme con otros viendo que no me corresponden realmente. Tendré que hacerme un nudo en el corazón y asimilar el hecho de que no volverás, pero joder, soy tan torpe que no sé ni hacer un nudo. Quizás por eso te fuiste. Por mi gran torpeza te perdí, te perdí sin siquiera lograr que llegaras a ser mío, llegando a ser yo toda tuya. 
Pero qué le hago si cada vez que amo lo hago con toda mi alma, qué le hago si yo sería capaz hasta de sacarme las entrañas y aún seguiría llena porque con tu amor me sentía viva, plena. Quizás por eso ahora tengo la tonta necesidad de guardar los calcetines aparte, quizás porque cada vez que abro ese cajón y lo veo tan vacío me puedo reflejar en él, vacía, desgastada, y solo sé que al perderte me perdí yo, rota.
Cierro el cajón de los calcetines y me sorprendo de la de ideas que pueden surgir al hacer algo tan simple, la de heridas que se pueden abrir al abrir un cajón. 

Cuatro con nueve minutos

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Cuatro con nueve minutos de paz.
Tiempo "libre" para pensar. Hay tantas cosas sobre las que me encantaría reflexionar, que en la simple elección de los temas a tratar ya noto como mi cabeza amenaza con explotar si no me relajo y hago ya mi elección. Tantas veces solía ser el amor, la duda de si terminaré sola, incomprendida y acusada de horribles adjetivos que en el fondo sabía que no me definían. Me tomo un respiro y suelto el aire poco a poco para alejar esa niebla de inseguridades de mi alredador. Es mi momento, solo han pasado 30 segundos y ya he imaginado mil vidas posibles que podría haber tenido por haberme dedicado a mí misma al menos cuatro con nueve minutos como hoy. Para decirme que tras la niebla hay verdad, que las voces de los demás no nos definen, sino que nos deforman, colapsan y agotan hasta el punto de creer que no merecemos nada, nada bueno ocurre después de haber llegado a esa conclusión, o encuentras una mano que te levanta antes de hundirte por completo o simplemente eso, te hundes, o más bien te dejas hundir porque no crees que existe otra alternativa para ti. Un minuto. Ojalá bastase ese tiempo para darnos cuenta de todo pero todo lleva su tiempo, ni mis cuatro minutos con nueve segundos bastan, pero sumando esos minutos cada día logra hacer algo grande. Porque nosotros necesitamos ese tiempo para nosotros. Me paso el día entero escuchando a otras personas igual que ellos me escuchan a mí, pero a veces está bien hablarse a uno mismo, y eso no es para nada cosa de locos. ¿Si ya han logrado pasar dos minutos por qué no vas a lograr ser feliz? Nada es seguro, todo es posible. Y solo quiero saber que mis problemas son un chiste. 

lunes, 24 de noviembre de 2014

¿Qué más da?

No importa la de "likes" que pueda tener en una foto, la de visitas en un blog o cualquier red social. Eso no muestra que tengas más o menos amigos. Puedo tener mil seguidores en Twitter, salir a la calle y verme sola. 

Y eso es exactamente lo que me pasa, es exactamente lo que se me ha pasado por la cabeza hoy. A pesar de que parezco querida en cierta manera en Instagram, por ejemplo, cuando salgo a la calle me veo sola, cuando abro WA para hablar con alguien, entre cientos de contactos en realidad no puedo contar con casi nadie, quizás dos personas, como mucho tres. Personalmente me produce vergüenza decir esto, pero es la verdad, quizás es mi culpa por ser tan cerrada algunas veces, tan callada, tan reservada, o quizás simplememte pasota. No es que no me interese la gente que me rodea, sino que supongo que piensan eso al yo sentir que soy yo la que realmente no le interesa a nadie, ¿entiendes? Eso hace que me aleje, que me dé fobia incluso encontrarme entre la multitud. 

Los días se hacen difíciles cuando quieres hablar con alguien, y darte cuenta de que no tienes a nadie con quien hacerlo. Que solo te harán caso en las redes si es que de aburren, te vuelves un entretenimiento, un nadie al que hacen caso de vez en cuando. Quizás, quizás no es su intención pero tú te sientes así. 

No sé, hoy simplemente me siento fuera de lugar, como la mayoría de los días, pero hoy, quizás incluso más. 

Sigue.

 Estar delgada no es lo mismo que estar en forma. Que un poco de barriga y caderas anchas no te hagan pensar que ya eres fea. Personalmente yo creo que la belleza de una mujer está en como utiliza sus atributos, en como camina, como si de un desfile se tratara, orgullosa de ser como es y sin la necesidad de avergonzarse por nada. Claro que llegar a esto no es un camino de rosas, porque sentirse bella, cuando la mayor parte del mundo te dice que eres un asco, no es fácil. Nada fácil, pero eso no significa que sea imposible. Porque que estés rodeado de mierda no significa que seas una de ellas, simplemente a veces nos toca vivir en lugares no tan agradables como a nosotros nos gustaría, y eso nos hace mucho más fuertes, y más merecedores de felicidad. Seas chica o chico, te critiquen muchos o pocos, tú debes de tener claro quienes son los pilares que te sostienen, porque siempre tenemos a alguien, si no es a nuestro padre, es a nuestra madre, si no, un hermano, amigo, mascota, en resumen, los que nos aceptan aún con nuestros defectos, ya que todos tenemos. Te lo aseguro. Y lo que menos debemos hacer es prestarle atención a las lenguas envenenadas que solo quieren causarnos daño. 

Infinitas veces en mi vida he creído que estaba sola, y eso puede desquiciar a cualquiera, ojalá hubiese un manual de instrucciones para salir de ese bucle de intoxicación constante. Pero desgraciadamente no lo hay, yo simplemente, aún sin fuerzas, ganas ni motivos, seguí, cayéndome una y otra vez cada día cien veces, aún queriendo dejar de luchar seguí, aún cuando me frenaban, ponía la otra mejilla y seguía mi camino hacia ninguna parte. Hasta que me di cuenta de que nunca vamos a saber realmente hacia dónde vamos, así que lo único que nos queda es seguir, seguir y disfrutar del camino. No está tan equivocada la frase "la felicidad está en nuestras manos", aunque más bien creo que está en nuestros pies, que son los que nos llevan, sea donde sea adonde tengamos que llegar.  

Así que, ¿qué más puedo decirte? Yo sé que es imposible no hacer caso de lo que los demás comentan, que si gorda, que si fea, que si no vales nada... y más cuando te sientes sola y vulnerable, solo puedo decirte que continúes, que sigas, que avances, con eso, y con tiempo, vendrá la fuerza, la superación, la seguridad en nosotros mismos que tan jodida es a veces de alcanzar. 

lunes, 26 de mayo de 2014

Otra noche cualquiera.

Eran aproximadamente las doce y media de la noche, hacía ya media hora que me dije a mí misma de dormir, pero parece que no dio resultado, como de cosumbre, mi poder de convicción brillaba por su ausencia. Mi necesidad de decir algo iba en auge, no sé qué era exactamente lo que quería contar, hace mucho tiempo escribía sin parar. Noche y día, no salía por quedarme escribiendo y ahora estoy tan fría en esto, supongo que es cuestión de ir calentando. Esto será algo así como un diario (no tan diario), en el que supongo que contaré esas cositas que sé que a la gente no le interesa, y oye, por desahogarme, antes me gustaba y me encantaría recuperar esta costumbre de escribir de vez en cuando, cuando sientes que tu cabeza va a estallar de tantas ideas.

Saludos.